Para poder abrir una franquicia, el futuro franquiciado tiene que firmar un contrato con el franquiciador, donde se estipulan una serie de condiciones que tienen que cumplir tanto el franquiciado como el franquiciador. Dentro de un contrato de franquicia podemos encontrar el canon de entrada.

El canon de entrada es una cantidad determinada que queda reflejada en todos los contratos de franquicia, y en el que el franquiciador cobra una cantidad al franquiciado por el derecho a poder explotar su marca. Dentro del contrato de franquicia se llega a un acuerdo con ambas partes, con el objetivo de medir una serie de condiciones que tienen que cumplir: uso de la marca, estudio de marketing y comunicación, formación para el franquiciado y para sus empleados, etc. Todas estas condiciones que ofrece el franquiciado al futuro franquiciador requieren de un cobro, este pago es el que se denomina como canon de entrada.

En el mercado de las franquicias se suele confundir el término canon de entrada con el vocablo royalty. La diferencia entre estos es que el canon de entrada solo se abona una vez, y suele realizarse este pago en la firma del contrato, en cambio, un royalty es una retribución que puede ser mensual, trimestral o anual.

El importe del canon de entrada depende de la franquicia, del reconocimiento que tenga esta marca en la sociedad y de lo popular que sea esta en el sector al que pertenece.

El canon de entrada es un pago que debe de realizar el futuro franquiciado en el momento de la firma del contrato. Con el dinero del canon de entrada, el franquiciador se encarga de cubrir los gastos de las ayudas que la propia franquicia ofrece al futuro franquiciado, como pueden ser: explotar la marca, formación del franquiciado y de sus empleados, implantación del software de gestión, diseño del local acorde al resto de franquicias que se encuentran dentro de la red de la enseña, asesoramiento y apoyo por parte de la central de la franquicia, ayuda en las campañas de marketing y comunicación, etc.